lunes, 25 de mayo de 2015

PJ: Starkadr Arvenaart "el Melancólico" [Trasfondo]


El sonido profundo y melodioso de un cuerno resuena entre los antiguos muros del Trono de Piedra. Repositorio de historias, cuentos y leyendas, a quien se acude tanto en momentos oscuros como luminosos. La vida de un escaldo es como su música: emocionante, misteriosa y libre.

Starkadr, "el Melancólico" es uno de los personajes que protagonizarán esta campaña. Un escaldo errante, que busca su lugar entre las gélidas estepas de Nord, acompañado únicamente por sus sagas y por los espíritus de aquellos grandes héroes cuyas proezas se narran.

Starkadr Arvenaart, "el Melancólico"

"Starkadr es el tercer hijo de Ornar Solvetson, herrero y orfebre bajo los grandes salones de Viritshalla, a orillas del gran lago Gotteland. Sus dos hermanos mayores, Ginnegar y Gonar, presentaron a temprana edad grandes cualidades físicas, por lo que el pequeño Starkadr, de constitución más menuda, creció con la impresión de haber defraudado a sus padres.

Por su carácter taciturno y tranquilo, fue desde pequeño educado como escribiente y amanuense. Los largos inviernos pasados en casa de su tío Ygnar, viudo y sin hijos, antiguo escaldo en clanes menores, le enseñaron las virtudes de los instrumentos de viento y cuerda así como algunas sagas menores (el canto de “Lófar el enano” y “Los diálogos de Gangleri”).

Apremiado por su tío, se escapó de casa en la adolescencia y vagó por diferentes tierras ganándose el pan con sus habilidades: arreglaba objetos pequeños o amenizaba los banquetes en tabernas y salones. Con el tiempo, llegaría a la ciudad de Grittrburg, donde pudo iniciar sus estudios como bardo al servicio del maestro Valvarion, un gélido anciano de mejillas y frente tatuadas.

Al concluir sus estudios 3 años después, instruido ya en el arte de la oratoria y la poética, deambuló por diferentes clanes y tierras. Algunas de sus aventuras en tierras desconocidas fueron objeto de cantos ligeros y rimas. Otras, sin embargo, quedaron ocultas a los ojos de la historia. Es muy probable que fuera en estos años cuando Starkadr consiguiera el cuerno Gullhorn, reliquia de los tiempos en que los dioses todavía hollaban la tierra. 

Tiempo después, encontró a Jurgen Arvenaart, señor de un clan menor pero influyente. Dedicado al comercio de carne de caza, Jurgen tenía un carácter afable aunque a veces explosivo, motivo por el que solía contratar mercenarios a los que llevaba a sus negociaciones. Como no siempre podían concluir satisfactoriamente, estos enredos llevaron a Jurgen en más de una ocasión a enfrentarse contra clanes vecinos. 

Starkadr estuvo durante casi 5 años acompañando a su señor, cambió su apellido por el suyo y adoptó su estandarte como runa personal, Thiola (“los Tres Picos”).

Quizá no sería del todo sincero afirmar que la devoción y la amistad eran las únicas razones de su servidumbre. Pues detrás de Jurgen, estaba su hermosa hija Gilda. Como única hija del señor del clan, sus desposorios debían servir para unificar tierras. Pero una serie de desafortunadas coincidencias hicieron que Starkadr se enamorara de ella, y Gilda fue consciente, con el tiempo, de estos sentimientos. Así pues, utilizó al bardo para conseguir sus propios fines: influir en su padre acerca de qué esposo tomar o cuál rechazar. Si bien nunca traspasó los límites que el honor le imponía, los encuentros que mantenían Gilda y Starkadr superaban con creces lo socialmente adecuado. Hasta que Jurgen, puesto al tanto de estos escarceos, le pidió explicaciones en privado al escaldo. Starkadr, mudo de vergüenza, sólo pudo responder que nunca había manchado el honor de los Arvenaart. La declaración de Gilda, sin embargo, fue muy distinta, pues en secreto esperaba ser repudiada para poder escapar con un joven guerrero con quien ya había yacido.

Jurgen se vio obligado a convocar un juicio público que encontró culpable a Starkadr. Se le dio a elegir entre la muerte o el exilio. Avergonzado y humillado, pero sobretodo enfurecido por la traición de Gilda, Starkadr escogió el exilio. Abandonado a su suerte, el bardo se vio repentinamente despojado de todo lo que le había dado nombre y fortuna a lo largo de los años.

Hoy día sirve en la casa de Wulfgarson. Solo sus tatuajes de dos llamas azules en las mejillas y su largo poema titulado “La rosa helada de Hyordis” recuerdan el tiempo en que sirvió bajo un clan diferente y por una causa bien distinta."

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